Los Niños del Agua


Tavo de Armas
basado en el relato
de Charles Kingsley

Introducción para padres y educadores

Me es grato compartir con todos los lectores esta fábula escrita por Charles Kingsley, publicada por primera vez en 1863. Desde que viera la luz se convirtió en un libro muy popular en Inglaterra, siendo considerado un clásico de la literatura infantil de la época victoriana, que no perdió popularidad hasta bien entrado el siglo XX.
El cuento original posee un contenido didáctico muy rico aunque, todo sea dicho, también adolece de los prejuicios propios de un autor bien asentado en la época que le tocó vivir. Kingsley, reverendo anglicano, muestra en su obra la aversión que siente hacia otros grupos étnicos, culturas y religiones, que él percibe como inferiores. Todo ello, en sintonía con la sociedad británica de la segunda mitad del siglo XIX, orgullosa de vivir el tiempo más glorioso de su imperio colonizador.
    Superando las deficiencias que acabo de mencionar, Los Niños del Agua aporta una nítida visión sobre las durísimas condiciones de vida en la infancia de la era victoriana, que se acerca a la crítica social de la obra de Dickens. Si bien los tiempos han cambiado y la problemática infantil ya no es la misma en el mundo desarrollado, su mensaje en pos del reconocimiento de las necesidades de los niños sigue completamente vigente. Desgraciadamente, las graves dificultades a las que debe enfrentarse Tom, el protagonista del cuento, son idénticas a las que en la actualidad, y para vergüenza de las naciones más avanzadas, se ven obligados a padecer millones de pequeños en gran parte del mundo.
    En lo que a nuestra sociedad concierne, la percepción que tenemos del mundo infantil precisa de una profunda actualización. Los problemas derivados del caótico ritmo de vida al que estamos enteramente expuestos, en donde el ciudadano es, ante todo, un consumidor, han transformado a las familias en núcleos altamente inestables, en las que los niños acusan la ausencia de uno de los roles parentales, si no ambos. Es precisamente ahí donde esta fábula -de niños llenos de precariedades físicas y emotivas- revive para nuestra actual sociedad, mísera en educación y gestión de las necesidades intelectuales y emocionales que construyen a los seres humanos íntegros.
    La adaptación que aquí presento del relato de Kingsley deja atrás –como es lógico- el pomposo ropaje británico de su autor, lleno de rancio paternalismo y recelo hacia quienes no creen en su reina y su dios.
Una vez el texto ha sido despojado de todo ello, lo que queda es la esencia del cuento, al que he añadido –a modo de introducción- una breve mención al poema El Deshollinador (1789), de William Blake. En él, Blake nos cuenta la desdichada vida de Tom Dacre, un niño limpiachimeneas que –como es obvio- carece de futuro, y al que sólo se le puede ofrecer la esperanza de un paraíso tras la muerte. Su autor expresa, con un sarcasmo que casi pasa inadvertido, una dura crítica a las estructuras culturales, religiosas y económicas que trituran la inocencia infantil en pos de sus inhumanos principios. Estructuras que siguen vigentes en la defensa de sus respectivos propósitos, trabajando cómplicemente hasta lograr un clima de enajenación al que sólo puede sobrevivirse con la educación.
    Es en este punto, el de la alienación mental a la que especialmente están sometidos los niños, que se hace preciso apostar –más que nunca- por la educación en el hogar. Es entonces cuando la lectura compartida entre padres e hijos cobra mayor sentido.
La Llave Cimarrona que durante todas sus peripecias acompaña a Tom -nuestro niño del agua-, es la clave que le permite abrir la puerta del conocimiento, del emancipador cultivo intelectual y espiritual. La llave nos está diciendo que el esfuerzo de los niños ha de ser recompensado con mayores responsabilidades; que la paciente observación de nuestra realidad es primordial para obtener una perspectiva lo más nítida y real de la misma; y, por encima de todas las cosas, que el amor que el niño ha de recibir, en tiempo y dedicación –tanto severa como cariñosamente-, es el nutriente imprescindible que lo transformará en un adulto espiritual y mentalmente sano.
    Ninguna entidad puede realizar eficientemente la labor que corresponde a la familia (como quiera que esté compuesta) en el crecimiento de los niños. Hacer dejación de esas sagradas responsabilidades, en lugar de reestructurar las prioridades, es decisión de cada uno. La vida, a través de los ojos de dos hadas, la señora Elquelahacelapaga y Mamá Hazloquequieresquetehagan, nos observa con atención.
Tavo de Armas





Evolución de la imagen de la cubierta del cuento:






Lo que sigue es la versión realizada por Disney en 1935, para su serie Silly Symphonies. 


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