Introducción para
padres y educadores
En 1937, Metro Goldwyn Mayer produjo Capitanes Intrépidos (Captains Courageous), una de esas
películas de aventuras por las que no pasa el tiempo. Transcurridos muchos años
desde que la visioné por primera vez, me propuse recurrir a la historia
original, la novela homónima escrita por Rudyard Kipling en 1896, para que
formara parte de esta pequeña colección de grandes relatos infantiles. Me
parecía una buena idea tratar de adaptar el texto original, a un cuento de
fácil lectura que, sin embargo, conservara el espíritu que la obra de Kipling
transmite.
Capitanes Intrépidos nos narra las circunstancias
que vive Harvey Cheyne, un niño de diez años, hijo único de un magnate
americano, mientras viaja en trasatlántico hacia Inglaterra. Harvey es, ante
todo, un pequeño carente de equilibrio vital. Un chico que ha sido consentido
por sus padres en todos sus caprichos. El insoportable chiquillo no conoce
límites, lo cual lo está convirtiendo en un verdadero engendro.
No obstante, la vida
interviene en forma de accidente, y el ingobernable Harvey va a parar a un
humilde barco pesquero, donde no tendrá más remedio que poner los pies en el
suelo, y empezar a ajustarse a una dura realidad que le era desconocida.
Esta obra de
Kipling es una bildungsroman, término
alemán que se refiere a las novelas de aprendizaje; género del que también
forman parte Grandes Esperanzas, David Copperfield, El Mago de Oz o El Guardián entre el centeno. Y como tal, se nos muestra el desarrollo
psicológico del protagonista, hasta alcanzar las cotas de madurez necesarias,
para ser considerado un ser humano espiritualmente sano.
Esta
adaptación de Capitanes Intrépidos se
enfoca en dos valores primordiales: el esfuerzo por conocer y la humildad.
Ambos, bien combinados, acercan al niño a las condiciones primordiales para no
tener una visión antinatural, banal, del mundo. No hay otro camino que facilite
la comprensión de las circunstancias del otro, de quien no lo ha tenido tan
fácil.
Pero,
además, este relato de crecimiento nos recuerda que nunca está de más aminorar
el ritmo de la vida, hasta estar en sintonía con los latidos de la Tierra. Harvey tendrá la
oportunidad –y los lectores con él- de atemperar el carácter. Y de aprender a
apreciar los pequeños momentos de paz, escondidos en medio de la prisa. Después
de todo, con la lectura se promueve el gusto por el silencio y la armonía.
Al comienzo de su proceso de
adaptación, al insolente mocoso le parecía que el mar apestaba; finalmente
acabará sintiendo sana nostalgia, por los días que transcurrieron a bordo de
aquella goleta llamada Estamos Aquí.
Los defectos
que el niño ha llevado con orgullo son obra, al menos en parte, de la
deficiente educación procurada por sus padres, que no hicieron entender a su
retoño, quién lleva el timón de su infancia; y cómo aprender a navegar sin
dejar a su paso un rastro de destrucción. Cierto
y justo; justo y cierto, añadiría el capitán Troop.
En definitiva, este cuento
nos recuerda que, a veces, lo mejor que puede ocurrir en la vida es no ver
cumplidas las expectativas; puede que seamos afortunados al observar, cómo no
se cumplen los deseos que se habían gestado en las nubes de nuestra mente. Y
nos recuerda también que los buenos árboles merecen ser ayudados a no torcerse;
y que cada bacalao –por pequeño que sea- que entra en la bodega del Estamos Aquí, cuenta.
(2007)
(1938)
Trailer de la película de 1938
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