Notas de la
vida de Rafael de León
Hay muchos datos que se desconocen acerca de su
vida, posiblemente fue él mismo quien intentó preservar su intimidad
sumergiéndose en cierto anonimato, al margen de la vida social de su tiempo, a
pesar de ser un hombre de buen trato. Nunca le gustaron los reconocimientos
públicos, ni fue amigo de las manifestaciones en torno a su obra, por lo que
poco de sus escritos hablan directamente de las fuentes o de las claves de su
poética, aunque algunos hayan encontrado en su obra un regusto lorquiano.
Daniel Pineda Novo asegura que Rafael de León “se ufanaba de conocer bien
Sevilla y de tener influencias claras de Dostoiewski, Lorca y Antonio Machado”.
A veces subía al escenario para hacer la presentación de sus espectáculos. Era
supersticioso y no le gustaba ver hacer punto sobre el escenario, ni que en la
escena se oyeran campanas, ni que un actor se sentara sobre la concha del
apuntador. Nunca aprendió a conducir, el taxi fue siempre su medio de
transporte y ya en los últimos años de su vida contrató a un chófer. Era un
visitante asiduo de los cafés cantantes y salas de variedades. Homosexual, “el
marquesito poeta homosexual andaluz”.
Hijo primogénito, de diez hermanos, seis varones y
cuatro hembras, de los sevillanos José de León y Manjón y de María Justa Arias de
Saavedra y Pérez de Vargas, condes de Gómara. Nace el 6 de febrero de 1908. Fue
bautizado solemnemente, según una vieja tradición aristocrática, con diecisiete
nombres, que concluyen con las advocaciones “de la Santísima Trinidad, la
Inmaculada Concepción y los Sagrados Corazones de Jesús y María”. A él le
correspondía heredar los tres títulos nobiliarios que poseían sus progenitores.
El título de conde de Gómara se lo dio a su hermano Antonio; el marquesado de
Moscoso, a su otro hermano Federico, y él se quedó con el de marqués del Valle
de la Reina.
La obra de Rafael de León fue muy amplia, más de
ocho mil canciones, y de difícil clasificación en cuanto a si pertenece a una
poética culta o popular. Rafael no solamente escribió canciones y poemas, ideó
montajes, supervisó vestuarios, hizo guiones cinematográficos, fue director de
actores, es decir, participaba en todo lo que se relacionaba con el espectáculo
musical y en el posterior control de los beneficios obtenidos.
Su primer libro de poemas fue Pena y alegría del
amor, publicado en Madrid en 1941, con prólogo de José Antonio Ochaíta. El
maestro Solano musicaría gran parte de los poemas que incluye el libro,
especialmente los sonetos. En los poemas de este su primer libro, el habla
andaluza que aparece en el texto no tiene nada que ver con la realidad de
ninguna de las dos zonas dialectales.
Se niega a publicar poemarios desde 1943 y a partir
de esta fecha lo que encontramos son sus canciones, que ya había empezado a
escribir en los años treinta, pero serán los años cuarenta una etapa crucial en
su carrera, donde se condensa su obra fundamental. Es en 1942 cuando colabora
con Quintero y Quiroga. El trío tuvo tanto éxito que en el año 1949 ya no
podían aceptar más encargos, aún así su colaboración se sucederá a lo largo de
los cincuenta y hasta los primeros años de los sesenta. A partir de 1959 las
producciones del trío se reducirán, buscando cada uno sus propias creaciones.
Rafael de León formó trío ocasionalmente con Ochaíta
y Solano.
Federico
García Lorca
Entre las amistades de Rafael de León destaca
Federico García Lorca. Al parecer lo conoció en Granada. El testimonio de
Sebastián Gasch en Federico García Lorca: Carta a sus amigos, con motivo de la
representación de Doña Rosita la soltera, es uno de los pocos datos precisos
que nos hablan de esta relación personal. No obstante, especialistas como
Gibson ponen en duda afirmaciones de esta naturaleza. Miguel de Molina en su
biografía Botín de guerra, relata una anécdota ocurrida entre Rafael, Lorca y
Molina. De cualquier forma todos los estudiosos coinciden en una influencia más
o menos acentuada de Lorca en Rafael de León. Afirma Daniel Pineda Novo:
“Rafael, desde los dieciocho años en que conoció a Federico, hasta su muerte,
[...], fue fiel al mensaje líricoandaluz del poeta de Granada, porque le
hechizó la magia honda y popular de su verso [...]. Porque Rafael no fue un
servil imitador de Lorca -como alguien ha dicho-; fue su seguidor, el fiel
captador de su espíritu para nuestra canción”.
Manuel Tarín-Iglesias, compañero de Rafael de León
en la Modelo, en un artículo señala que los poetas favoritos de Rafael eran,
por este orden, León Felipe, García Lorca y Antonio Machado. También sabemos su
admiración por Villalón. Entre sus colaboradores destacan Antonio García Padilla
“Kola”, Antonio Quintero, Antonio Quiroga, Fernández de Córdoba, Salvador
Vaverde, Xandro Valerio, Ochaíta, Callejón, Montoro, Molina Moles, Manuel
Clavero, Rivas y Gardey, Mostazo, Solano, Algueró, Manuel Alejandro, Juan
Ojeda, entre otros.
Daniel Pineda Novo, habla de Rafael de León en estos
términos: “Rafael de León, poeta exhuberante, rico en imágenes y metáforas,
feliz captador –y cantador- de la esencia del alma de la profunda Andalucía,
entre el modernismo, la tradición y la vanguardia, es ya parte integrante del
patrimonio cultural y artístico de Andalucía”. Para Federico Carlos Sainz de
Robles, Rafael de León es un “poeta de gran sugestión, maestro en el colorido,
en la emoción, en la perdurabilidad temática, en la metáfora sorprendente, en la
plasticidad y en la melodía” Antonio Gala en el programa de televisión “Más
estrellas que en el cielo” afirmó: “Rafael está hecho para ser cantado, y por
eso sus propios poemas, cuando reciben música y el impulso de las cantaoras, se
multiplican, porque están hechos para ser contagiosos [...]. Para mí Rafael de
León es tan importante como Gil Vicente, como Juan de la Encina, como Mendiño,
Pero Meogo, como todos los grandes autores de nuestra canción popular medieval.
Fíjate hasta qué punto es esto cierto que Lorca llega después a la gente porque
estaba prohibido; así, cuando llega Lorca, al pueblo ya le sonaba Andalucía a
través de Rafael de León. Y esto hay que agradecérselo a él.”
(Pág. 40-48)
La Copla
Mi intención es atenerme al concepto de “copla”.
¿Qué es “copla”? o ¿qué es “La Copla”?. “Copla” es una representación, un acto
complejo, un signo complejo formado por música (pasodoble, zambra, vals, tango,
bulerías, danzón, pasacalle, marcha, sevillanas, farruca, tientos, etc.), versos
cantados, generalmente en forma de romance, e interpretación, tanto gestual
como vocal, que desarrolla una historia trágica en tres minutos, con referentes
de la tópica andaluza y que en el acto de recepción se reconoce como tal.
En cuanto a la interpretación, no hay que olvidar
que la copla tiene sus orígenes en los intermedios de las representaciones
teatrales del siglo XVIII, hasta que se independiza, y esta influencia no la
perderá aunque ahora no existirá un escenario, ni distintos personajes, a
excepción del cine, sino que será una sola persona, normalmente mujer, quien
represente la canción acompañada como mucho de elementos decorativos (cortinajes,
luces, flores, maquillaje, etc.). Los artistas se vestirán de acuerdo al tema
que canten para dar más fuerza, sentido y verosimilitud a las letras. Con la
aparición de la radio, discos, etc. es la voz el único medio para comunicar
todo el dramatismo, para evocar un ambiente, para emocionar o para hacer reír.
Hasta hace no demasiado tiempo pocos se atrevían a
confesar su gusto por la copla por temor a ser etiquetados de franquistas. La
copla que tuvo su auge durante un período concreto de nuestra historia y fue
apoyada por un determinado poder, quedó durante mucho tiempo estigmatizada por
estas circunstancias. Ningún intelectual que se preciara de serlo, salvo
rarísimas excepciones, hizo una defensa de la copla. Oír copla era algo vergonzante.
Con el tiempo, las cosas han cambiado y de qué manera. A este cambio de valoración
han contribuido, como ya dijimos al final del apartado en que se trata del
cine, películas como, por ejemplo, Canciones para después de una guerra de
Basilio Martín Patino, rodada a principios de los años setenta, pero estrenada
después de la muerte de Franco. Puede decirse que, hasta entonces e incluso
hasta algo más tarde, muchos de los que, después de la dictadura, lucharon por
una forma de poder distinta intentando olvidar absolutamente todo lo que tuviera
que ver con aquella época, también lucharon contra la copla tachándola de
retrógrada y fuera de la realidad social, sin darse cuenta de que la copla no
entendió de ideologías a la hora de ser cantada; españoles de ambos bandos tarareaban
las mismas coplas. Nadie quería darse cuenta de que la copla formaba parte de su
educación cultural y sentimental y que esto, por mucho que se intente ocultar,
no se consigue. Demostrado queda, pues muchos de ellos no han podido resistir
la tentación de subirse al carro de la progresía y, desinhibiéndose, han vuelto
a cantar aquellas coplas que oyeron a sus madres y a sus abuelas pero, claro,
revistiéndola de esa supuesta modernidad que consiste en cantarla, por ejemplo,
a ritmo de jazz. Esta modernidad es más aparente que real. En una película tan
temprana como María de la O (1936), ya aparece “Rocío” a son de trompetas
mientras en el escenario se baila claqué. Intentar retomar la copla bajo las
vestiduras de otros ritmos “más modernos” no es más que recuperar la copla en
esas versiones que ya fueron dejadas de lado hace mucho tiempo por la
depuración consciente o inconsciente del público. La copla se ha convertido en
un género canónico, tiene sus reglas musicales, narrativas, interpretativas y,
sobre todo, tiene las reglas impuestas por el público que, inteligente, acepta
las versiones sabiendo que son sólo versiones. ¿Qué queda de la copla en estas
versiones? La letra. Esa letra en la que siguen los tópicos, el patrioterismo,
el localismo; parece ser que todos estos elementos ya no son los más relevantes
y que se toman como una forma de expresión en un momento y en un contexto muy
especiales y que el amor, la venganza, los celos, la pasión, la traición, el
desengaño, la soledad siguen siendo sentimientos actuales y dignos de ser
cantados, como memoria histórica, artística y cultural.
Rafael de León, de origen aristocrático, supo captar
la sensibilidad del pueblo y devolvérsela convertida en poema. Poema para ser
cantado y contar una historia en tres minutos. Poema catártico que hacía
olvidar lo inolvidable: el hambre, la guerra, la falta de libertades, el dolor
ante la pérdida de seres queridos y que siempre desarrollaba uno de los más
importantes universales de representación del mundo: el amor.
(Pág. 49-50)
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