Presentación
Tanto hoy, con el mundo al
borde del precipicio, como cuando la historia del príncipe Hamlet vio la luz de
la mano de William Shakespeare hace cuatrocientos años, las promesas al hombre,
las mentiras que alientan falsas esperanzas, están en labios humanos. Así que,
antes como ahora, la incómoda presencia del contestatario e indomable príncipe
danés se hace imprescindible; máxime cuando hablamos del menú literario de una juventud
que apenas alcanza a entender las mareas del mundo en el que navega.
Esta adaptación es una
elección arriesgada. Principalmente, porque el inmortal drama inglés no fue
escrito para el público pre-adolescente. ¿Qué interés podría tener el lector
juvenil en las complejas tramas que se tejen en torno a la muerte de un rey a
manos de su hermano? ¿De qué manera se justifica, en términos pedagógicos, la
vigencia de Hamlet? Las respuestas nos vendrán tras la observación de la sociedad
en la que habitamos. Que el mundo que les dejaremos a los jóvenes en herencia
se pronuncie.
De modo que la nueva boda de
la viuda Gertrudis, madre del príncipe Hamlet, los abusos y la corrupción del
poderoso –que se personifica en el hermano traidor-, y el debate interno al que
nuestro protagonista se ve empujado –dividido entre tolerar el mal o
combatirlo- es material lleno de nutrientes para una adolescencia que debe
tomar conciencia de las ruinas por las que se pasea.
La familiaridad con esos
conflictos es donde toman forma las motivaciones de carácter didáctico; y es
que el relato muestra de manera sólida, a través del ejemplar compromiso de
Hamlet con su conciencia, cuáles han de ser las actitudes de quien tiene estima
por la verdad y la justicia. Porque de eso va esta historia, de aprecio por la
nobleza, la verdad y la justicia, sustanciosos ingredientes que conforman a las
personas íntegras que no toleran la sumisión al embustero poder que atropella y
abusa sin misericordia alguna.
A todo ello hemos de añadir
un detalle sumamente importante que suele pasar desapercibido: la muerte del noble
monarca se produce por introducción de veneno en el oído. Se trata de la
alegoría perfecta para expresar los riesgos existentes en escuchar –y creer- lo
que no es cierto, lo que perjudica; aquello que se dice para someter la determinante
voluntad del oyente, con el fin de paralizar el espíritu crítico hasta lograr
matar la conciencia.
En definitiva, la tragedia
del bardo británico, por diferentes razones, sigue siendo muy recomendable,
para los más jóvenes y adultos, después de cuatrocientos años.
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