viernes, 14 de septiembre de 2018

Charada en Roma - III - Peter Joshua


III
Peter Joshua

La amplia y soleada terraza del Bar Caminetto, en el magnífico Miramonti Majestic Grand Hotel, fue el escenario en el que, accidentalmente, Reggie se encontró en compañía del misterioso Peter Joshua; quién, mirándola mientras se seca la cara, pregunta con una seguridad apabullante:
-¿La conozco?
-¿Por qué habríamos de conocernos?
-No sé… me lo ha parecido.
-Lo siento, perfecto desconocido. Conozco ya a muchísimas personas. Hasta que haya bajas, no me queda lugar para nuevas amistades.

Joshua sintió que esta brevísima conversación era lo suficientemente excitante (revelaba en estado puro a la otra persona) como para no tirar la toalla y dar media vuelta e irse. Las elocuentes respuestas de aquella mujer provocaron que la encontrara doblemente atractiva. Escasas veces, creía él, había tenido el gusto de conocer señoras ingeniosas a la par que hermosas. Dejó correr unos segundos y, con una espléndida sonrisa en los labios, soltó con ademán de girar y proseguir su camino:
-No se preocupe. En cuanto uno de sus amigos muera, avíseme.
-Se da por vencido muy rápido, ¿no cree?
Joshua recoge el guante y regresa a la posición inicial. ¿Merece la pena?, se preguntó. La merece, se dijo convencido.
-¿Eso cree?
-Me está tapando la vista.
-Oh, lo siento –reaccionó con agilidad, y señalando a derecha e izquierda, añadió-  ¿Qué vista prefiere?
-La que me está tapando –espetó mientras encendía un pitillo. En estos instantes, Joshua no supo qué decir-. Pero disfrutaré poco del paisaje. Regreso a Roma esta tarde. ¿Cómo se llama usted?
-Peter Joshua.
Peter Joshua. La simple mención de su nombre no nos dice nada. Lógico, es un completo desconocido para nosotros; también para la sorprendida Reggie, que parece haber encontrado un buen motivo para desperezar la mente. Jugando, escrutaba cada palabra, tono, imperceptible gesto, en pos de estar a la altura de su gracioso visitante. Peter Joshua no me parece el nombre más oportuno para un rostro como el suyo, fue lo primero que pensó.
Sus primeras deducciones le hicieron suponer que el presunto señor Joshua era uno de esos hombres que, realmente, conocen el significado de la palabra éxito; ganador en todos los terrenos, cualquiera que sea la mujer que desee poseer, él la obtendrá.
Ahí va uno de los terroríficos pensamientos que se colaron en su mente: Cuidado, Reggie, que él tenga cerca de sesenta años no evitará que seas un objetivo más de sus correrías. Por un instante, la chica imaginó brevísimas y libertinas fantasías que casi convertían al desconocido e ingenioso Peter Joshua, en todo un Casanova… A este respecto, ella ya daba por cierto que él pertenecía a esa especie de hombres que son como el trueno, rompiendo corazones sin pesar alguno.
Como narrador, si se me permite, diré que, tras observarlo con atención en numerosas y variadas ocasiones, Peter Joshua, sin juzgar lo adecuado de tal nombre, es el tipo atemporal que cualquier otro varón querría ser. Así, como suena; contundente, como un buen aperitivo. Aderezado, quizás, con una de esas pegadizas y dinámicas melodías, tan actuales, de Henry Mancini, piezas cargadas de amable jazz, saxo tenor y regusto a exótica bossa nova.
Sobrepasando, con creces, el metro y ochenta centímetros de altura, con movimientos naturales y elegantes, Joshua encarna virilidad. ¿Qué decir de ese suave acento transatlántico, casi aristocrático? Diríase que su impecable aspecto físico había servido de inspiración para las sorprendentes novelas de agentes secretos de Ian Fleming, como Casino Royale o Goldfinger.
-Yo me llamo Regina Lampert.
-¿Existe el señor Lampert?
-Sí.
-Me alegro.
-No se alegre, vamos a divorciarnos.
-¿No será por mi culpa?
-No, tranquilo. ¿Existe alguna señora Joshua?
-Sí, pero estamos divorciados.
-Vaya… ¿Cómo le llama la gente? ¿Peter?
-Señor Joshua. Regina, he tenido mucho gusto en conocerla, pero ahora he de irme.
-Se ha enfadado, ¿no?
-No estoy enfadado. Es que debo terminar de preparar mis maletas. Dejo el hotel en un rato.
-¿No fue Shakespeare quien dijo que cuando dos desconocidos se encuentran en tierra extranjera deberían volverse a ver?
-¡Shakespeare nunca dijo tal cosa!
-¿Cómo lo sabe?
-¡Es horrible! Se lo acaba usted de inventar.
-Sí, pero suena bien. ¿Me llamará?
-¿Su número está en la guía telefónica?
-El de Charles.
-¿Sólo hay un Charles Lampert en toda Roma?
-Eso creo. Pero, a decir verdad, ya no estoy segura de nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario