Las Palmas -el más feúcho
entre los bellezones atlánticos- existirá hasta el día en que el océano
Atlántico acuda a la llamada de Exordio, el Tritón
de La Laja. Y se dejen oír los aleluyas de no pocas buenas gentes. Y las
aguas tornen su rostro en la furia de su salado aliento hasta engullir asfalto
y cemento, defectos y virtudes. Entretanto, el Tritón -con su rojiza caracola-,
nos saluda.
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